martes, 30 de julio de 2013

El Derecho hueco (y huero)

La “ley de galleguidad” como contribución al esperpento legislativo nacional

30 JULIO, 2013 - AUTOR: FERNANDO GOMÁ LANZÓN EN COMUNIDADES AUTÓNOMAS | PARLAMENTO
¿Cuántas veces habremos comentado en el blog que en España se tiende a legislar – muy especialmente por parte de las CCAA- de manera ampulosa, burocratizada, antieconómica e ineficaz? En no pocas ocasiones. Muy bien. Pues, con todos ustedes… la ley de galleguidad.

El ocuparse del bienestar de los naturales de una comunidad autónoma que viven en el extranjero es sin duda un deber natural, podríamos decir, de aquélla, y en el caso de Galicia ese deber tiene un matiz especialísimo, dado que la condición de emigrante ha formado parte del ser gallego a lo largo de toda su historia.

Ahora bien, esta loable tarea puede sin especiales problemas desarrollarse por medio de una encomienda a una dirección general autonómica, con un número adecuado de funcionarios dedicados al tema (no hace falta que sean muchos) y unas buenas herramientas de gestión, dirigidos en cuanto a los objetivos y actividades por las pautas que marque el consejero correspondiente. No hace falta más para verificar una actividad eficaz y económica.

No es lo que ha ocurrido, obviamente. Parafraseando la desternillante película Aterriza como puedas, el proceso mental a la hora de redactar esta norma debe haber sido: ¿Legislar de manera sensata y eficaz? ¡No! Eso es lo que esperan que hagamos… (los que han visto la película saben a qué me refiero, y los que no lo hayan hecho, tienen una tarea pendiente).

La Ley de galleguidad, de junio de 2013, es un exceso compuesto de 62 artículos y demás disposiciones, y que ocupan nada menos que 28 páginas de BOE, lo cual parece no ser suficiente puesto que se prevé además un desarrollo reglamentario. Dentro de ella encontramos de todo: “carnés de galleguidad”, registros de galleguidad o un bonito Consejo de Comunidades Gallegas, repleto de representantes políticos. Pero sobre todo encontramos humo, mucho humo.

Se entiende por galleguidad, a los efectos de la presente ley, el derecho de las comunidades gallegas asentadas fuera de Galicia a colaborar y compartir la vida social y cultural del pueblo gallego, tal y como señala el artículo 7.1 del Estatuto de autonomía de Galicia (art 2).  Vaya, según esta ley (y el propio estatuto de autonomía gallego), una comunidad, una asociación de gallegos cualquiera  instalada fuera del territorio, en teoría no tendría derecho a participar en la vida cultural gallega… ¡mientras la administración no le dé el certificado de galleguidad! Es decir, que una, pongamos por caso, Asociación de Vigueses en Alemania, no tendría derecho a hacer el Camino de Santiago, participar en un festival de baile regional o disfrutar de las fiestas de Vigo (evidentes ejemplos de vida social y cultural) hasta que la administración no certifique que es suficientemente gallega.

Obviamente, no es posible tomarse jurídicamente en serio este artículo 2. Ni siquiera un político autonómico en estado de máxima ofuscación podría pretender que algo tan básico como relacionarse con los demás miembros de su propia comunidad autónoma dependa legalmente de que el gobierno le dé su visto bueno (por ahora al menos, porque hay iniciativas tanto o más esperpénticas que ésta y con un carácter claramente antidemocrático, como el propuesto“fichero del buen catalán” que podrían ir en  esa dirección, y del que tendremos que tratar en algún momento).

Entonces ¿cuál es la vida social y cultural a la que se refiere el artículo 2 y a la que se tendría derecho a disfrutar cumpliendo la ley? Pues a la que es organizada y subvencionada por los políticos y las administraciones, a la cultura y sociedad “oficiales”, que son confundidas e identificadas con la cultura y sociedad “reales”. Por ello, este artículo de la ley es muy revelador de cómo en España la clase política suele creer, encastillada en sí misma, que no hay más vida que la oficial, y es incapaz de ver más allá de ella.

Si se está interesado en obtener el reconocimiento de la galleguidad, hay que seguir un complejo procedimiento administrativo del que luego hablaremos. Ahora bien, lo que es realmente sorprendente es qué efectos tiene ese reconocimiento, según la propia ley, porque la mayor parte de ellos son un ejemplo perfecto de legislación para la foto, pura “nada” para rellenar páginas de boletines oficiales. Algunos de los “derechos reconocidos” son francamente sonrojantes:

El derecho a compartir la vida social gallega y colaborar en su difusión, en el ámbito territorial en el que estén asentadas.  El derecho a su participación en el conocimiento y estudio de la realidad cultural del pueblo gallego.  El derecho a conocer y difundir la lengua gallega en el ámbito de sus comunidades.

El derecho al acceso a las bibliotecas, recursos y archivos dependientes de la Comunidad Autónoma (¿si eres una asociación que no tenga reconocida la galleguidad, o, aún peor, un señor de Soria, no puedes acudir a una biblioteca pública de Galicia?).

El derecho a preservar y difundir el patrimonio de la galleguidad en su ámbito territorial. El derecho a recibir información sobre la realidad económica de Galicia. El derecho a mantener contacto con los agentes económicos y sociales de nuestra Comunidad...

Para obtener estos y otros estupendos beneficios hace falta seguir un expediente en el que se aportan unos cuantos documentos, de sencillo análisis por parte de la administración. Pues bien, para decidir si se reconoce o no la galleguidad de la entidad solicitante, la administración tiene un plazo de ¡un año! (art. 9). Es un plazo casi irreal, hay que leerlo dos veces para cerciorarse de que es así. Desde luego, esto lo lee Larra y saca una docena de artículos.  Pero tampoco es de extrañar, porque para resolver este simple expediente, y en un homenaje a la burocracia,  hacen intervenir al propio Consejo de Gobierno de la Xunta en pleno.

A ello se añade la regulación de un “registro de galleguidad”, en el que podrán inscribirse las comunidades que les hayan reconocido esa condición. La ley regula de manera muy minuciosa este registro (arts. 30 a 34), pero lamentablemente se ha olvidado de dotar a la inscripción de algún efecto práctico. El hecho es que el registro de galleguidad no sirve en realidad para nada. Toda su actividad podría perfectamente ser hecha por medio de una base de datos y un funcionario encargado de todo el tema.

Y llegamos por fin al Consejo de Comunidades Gallegas (art 35 y ss), órgano colegiado compuesto de como mínimo 18 miembros, de los cuales 13 son de la administración autonómica, con un presidente (nada menos que el de la Xunta), un vicepresidente, una secretaría y una comisión delegada. Con esta infraestructura uno esperaría que sus funciones fueran variadas y complejas. Pues atentos que estas son todas sus atribuciones, según la ley:

Elaborar y presentar informes, propuestas y recomendaciones en materia de emigración y galleguidad a la Comunidad Autónoma de Galicia.

Canalizar las propuestas que, en materia de emigración y galleguidad, surjan de las comunidades gallegas asentadas fuera de Galicia  (?) Es decir, pongamos que una asociación gallega de Argentina envía por correo electrónico una propuesta a la Xunta. En ese momento el Consejo, con sus 18 integrantes, su presidente, comisión y pleno, la “canalizará” (se supone que por medio de reenviar el correo a quien corresponda de la administración).

Conocer e informar a las comunidades gallegas de las disposiciones normativas que en materia de emigración y galleguidad les afecten, en especial de las elaboradas por la Administración de la Comunidad Autónoma de Galicia.

Establecer cauces de colaboración con otros órganos de participación de emigrantes similares existentes en el Estado español.

Como pueden ver, todo esto no es, de nuevo, nada más que humo. El pomposo Consejo de Comunidades Gallegas carece de sentido. Su utilidad fundamental (no explícita, comprendan ustedes) es figurar y dar carguitos a muchos amigos. Pero eso sí, ese humo no será gratuito porque es evidente que este Consejo no saldrá barato al contribuyente gallego.

Esta norma, ejemplo (uno más) de legislación hipertrofiada, ineficaz y vacua, de política de imagen y titular de periódico, contiene muchas otras sorpresas que seguro deleitarán al lector, de modo que les vuelvo a poner el enlace, y como diría Cayetana Guillén Cuervo en televisión, señalando a la cámara: ¡que la disfruten!


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4 Respuestas

·                                 FBR says:
Sonará a broma, pero lo cierto es que una ley de la galleguidad que no habla del pulpo “a feira” (que en realidad tiene su origen en Astorga, pero el tiempo lo ha hecho gallego), el marisco, el albariño, el ribeiro, y la morriña, no puede ser tomada en serio.
Y ni siquiera se recoge la descripción del gallego, hombre que en una escalera no se sabe si sube o si baja.
Esto empieza a ser ya una feria de la pandereta.
·                                 Malversados says:
Esto supone nuevos órganos y funciones a desarrollar…. Quienes serán designados a tal fin? pues depende del gobierno de turno. Algún juez se atreverá algún día a poner coto a la orientación del dinero público ? en esta época de crisis suena a burla. Es similar a poner grifería de oro en un palacio rodeado de un pueblo que pasa hambre
De la malversación
Artículo 432
1. La autoridad o funcionario público que, con ánimo de lucro, sustrajere o consintiere que un tercero, con igual ánimo, sustraiga los caudales o efectos públicos que tenga a su cargo por razón de sus funciones, incurrirá en la pena de prisión de tres a seis años e inhabilitación absoluta por tiempo de seis a diez años.
·                                 Alcides Bergamota says:
Esto lleva siendo la feria de la pandereta 30 años ya es hora de que le pongamos fin de alguna manera, porque todo esto se financia con la subida de impuestos que nos ha echado encima el señor Montoro. Y esta comunidad está gobernada por el partido que se supone venía para acabar con el despilfarro público, la pandereta y a poner la casa en orden. Una ley de galleguidad digna de un Zapapetero en plenitud de facultades. ¡Que panorama tan sombrío! Y esto por el lado de los costes, por el lado de lo jurídico el estupendo artículo ya lo dice todo: legislación infumable, inútil, plazo de un año, humo, humo. Esto es reirse del Estado de Derecho con el mayor descaro. En fin.
·                                 Deus ex Machina says:
Esta es una idea de las muchas a las que nos tiene acostumbrados Feijoo a los gallegos. Leída la ley es simple humo y es una pena. Como bien dice el artículo Galicia es tierra de emigrantes, como otras partes de España, pero agravado con el hecho de que esos emigrantes suelen estar en partes muy distantes del globo, y algo tan típico de Galicia como la “morriña” hace país, y es una pena que con la de comunidades gallegas que hay por el exterior no se usase esta ley para crear verdaderos instrumentos de participación ciudadana de esos gallegos en la vida política, social, económica y cultural de Galicia. Realmente creo que es el único objeto que debería tener esta ley.
PD: una corrección ortográfica, no es ley de galleguidad, es ley de la galleguida
·                                 Lucía de las Heras says:
“Legislación hipertrofiada, ineficaz y vacua”.
Me quedo con esto. Es lo que José Luis Martín Moreno llama “el Derecho hueco”: pseudonormas que no sirven para nada, y sólo aportan palabrería.
Así es como legislan los 17 parlamentos autonómicos que sufrimos en España. ¿Y saben para qué lo hacen? Pues para autojustificar su propia existencia, pues necesitan revestir de humo su propia inutilidad.
En lugar de favorecer la simplicidad normativa (que coadyuva a la seguridad jurídica y al desarrollo económico), se aprueban leyes absurdas, hueras e inútiles, que engordan el ordenamiento sin aportar nada.
Hacen crecer la maraña, el marasmo legislativo, y a menudo se vuelve imposible saber qué normas están vigentes y cuáles no.
Recuerden el principio básico del Estado legislador: “Si no es absolutamente necesario que se haga una ley, entonces es absolutamente necesario que no se haga”. Pues aquí es al revés.
Y en medio de todo esto, quienes sufren las consecuencias son los ciudadanos.


sábado, 20 de julio de 2013

Miedo a decir lo que se piensa


¿Alguien duda de que todos los homicidios de mujeres a manos de sus parejas son manifestaciones de machismo? ¿Quién defendería en público la implantación de un servicio social obligatorio e igualitario entre sexos? ¿Y la introducción de límites a la profesionalización del deporte, o la desaparición de todos los medios de comunicación de titularidad pública? ¿Algún partido con opciones de poder ha propuesto alguna vez la capitalización y reintegro de los derechos cotizados a la Seguridad Social, la introducción del cheque escolar o la legalización de la prostitución?

Los debates sociales están adulterados cuando una de las posiciones dialécticas aparece impuesta de antemano. La tesis dominante no es entonces expresión de un consenso social, sino una situación de hecho en cuyo trasfondo siempre se encuentra la inoperancia de los mecanismos de formación y expresión de la opinión pública. El vacío de ideas deja margen para que ciertas tesis aparezcan como incontestables, desde ideologías expansivas incrustadas o aliadas con el poder político, o desde lobbies de minorías sociales muy activas o de grupos de interés. Los medios de comunicación masivos se alinean con las tesis dominantes por inercia irresistible tanto como por iniciativa ideológica. En su expresión más acabada, tales tesis consiguen revestirse de autoridad científica, jurídica o internacional, lo que, más que pervertir el debate, lo sustrae del ámbito social.

Esta situación no sólo es propia de regímenes autoritarios; también se da en democracias de baja intensidad, como la nuestra. Los debates adulterados degradan gravemente la calidad del sistema democrático: el debate es presupuesto de la participación política y del activismo cívico. Al no haber intercambio de argumentos, la tesis dominante no necesita especial refuerzo ideológico ni intelectual; las tesis disidentes, si se atreven a manifestarse, son fácilmente manipuladas y expulsadas a la marginalidad o a la extravagancia. Lo anterior repercute en los programas electorales de los partidos y en la acción de gobierno de los vencedores, que tiende a moverse en márgenes cada vez más estrechos. La tensión dialéctica imprescindible para la renovación de ideas queda neutralizada. Puede haber alternancia política, pero no hay alternativas de proyectos sociales.

En Francia, el debate social se considera que forma parte del núcleo esencial de los valores republicanos. Uno de los ejercicios de la selectividad universitaria (el temido “bac”) ha venido consistiendo en proponer un tema de relevancia pública sobre el que el alumno debe redactar un planteamiento dialéctico: argumentos a favor, en contra y síntesis. No se trata de acertar, sino de saber expresar y contrarrestar opiniones contrarias a la propia. En Reino Unido, aparte de la calidad legendaria de sus medios de información públicos, el sistema mayoritario y la dimensión del distrito electoral obliga a todos los candidatos a bajar a la arena del debate casa a casa y cara a cara, tanto de los asuntos domésticos como de las grandes cuestiones nacionales.

Entre nosotros, es tópico decir que padecemos una propensión histórica a intercambiar tiros en vez de razones. Pero en la situación actual, estas ocurrencias no nos deben hacer perder la perspectiva. El origen de la actual adulteración de los debates públicos se encuentra en parte en las circunstancias en que se desarrolló la transición. Miedo a la involución, posibilismo y consensos forzados arrinconaron debates cuyo solo planteamiento habría herido demasiadas sensibilidades. Por todos, el relativo a la legitimidad histórica de la monarquía juancarlista, tema unido al de la forma de Estado.

Durante la democracia, los medios de comunicación no han contribuido a la apertura de los debates públicos. La supresión del programa “La Clave” en la campaña institucional del referendum sobre la OTAN de 1986, o el tratamiento informativo de la huelga general de 2002, por no hablar del escándalo permanente de las televisiones autonómicas, son ejemplos de la desvergüenza con que el grupo gobernante ha instrumentalizado a su favor los medios de titularidad pública. El blindaje laboral de los profesionales contratados en cada etapa no facilita que cambien las cosas.

Los medios privados han padecido en este período una grave asimetría ideológica, lo que ha limitado su papel en el campo de la formación de opinión. Los medios escritos, sin la competencia de los de titularidad pública desde la desaparición de la prensa “del movimiento”, y los radiofónicos, han estado en estos años muy fragmentados en el campo de la derecha, y nucleados en torno a un grupo principal en el sector de la izquierda. Los primeros han estado condicionados por su tamaño o, especialmente los de capital extranjero, por dinámicas empresariales ajenas a estas inquietudes. En cuanto al grupo mediático mayoritario en la izquierda, sus niveles de difusión y de homologación internacional le hubieran podido conferir autoridad intelectual suficiente para asumir cierta función institucional de instrumento de debate social. Pero una política empresarial ultrapersonalista y, últimamente, urgencias de supervivencia financiera, han determinado que los redactores de estos medios hayan tenido que anteponer como norma su pretendida capacidad de consigna y de presión, a la función social de la información de la que hablamos.

El cine, el teatro, la música y otras manifestaciones culturales, no han sabido en estas décadas acoger ni provocar debates sociales abiertos. Un sesgo ideológico demasiado explícito y actitudes gremiales exageradas han desconectado estos ámbitos de la sensibilidad general, lo que en el caso del cine alcanza desde el “no a la guerra” de los premios Goya del 2003, extremos de verdadera patología social. La transversalidad del pop de la “movida” parece haberse sustituido por el linchamiento ideológico de los no afiliados al sindicato de la ceja (Russian Red, Nena Daconte, Café Quijano…).

El marco institucional no favorece los debates públicos. Nada que añadir a las iniciativas de los editores de este blog en relación con las disfunciones del sistema de partidos. No hay debate ni en las bases ni en los cuadros. El sistema jerarquizado, la ausencia de primarias y de trabajos precongresuales, y las listas electorales cerradas blindan la organización contra la disidencia interna.

Pero tampoco los restantes mecanismos de representación política fomentan el debate abierto. La regulación constitucional del referendum es absolutamente restrictiva; su aplicación ha estado además contaminada por la falta de neutralidad institucional del gobierno de turno, apoyando con todo su aparato propagandístico la opción finalmente triunfante. Por ello son percibidos como un instrumento de refrendo plebiscitario a la iniciativa del gobierno, y las cifras de participación en los dos celebrados durante la democracia son modestas (59% en el de la OTAN de 1986, y 42% en el de la Constitución Europea de 2005). La iniciativa legislativa popular del art. 87 CE está regulada con desconfianza y racanería, y no garantiza que la opinión pública movilizada se vea reflejada normativamente.

Por otra parte, no existe en nuestro país un entramado de organizaciones sociales consagradas a la elaboración de ideas de debate, característico del mundo anglosajón. En el ámbito público, las universidades no han podido asumir el papel de think tanks que les habría correspondido por historia, presupuesto y dimensiones. La politización, las distorsiones del sistema autonómico, y los muy discutidos criterios de selección y promoción, son explicaciones sólo parciales de esta realidad. Las fundaciones “pensantes” de los partidos actúan como reductos de atrincheramiento ideológico de cada facción, cuando no de puro personalismo de políticos prejubilados.

Hay iniciativas privadas en este sector de los laboratorios de ideas, para las que las redes globales de transmisión de la información han constituido instrumento determinante de despegue. Están llamadas a ser parte fundamental de la apertura de los debates. Pero los seducidos por ellas debemos reconocer que parte de la sociedad española sigue asociando las más relevantes a intereses particulares: empresariales, corporativos, confesionales, o, en general, elitistas. Una de las más pintorescas está reservada sólo para exministros; quizá más de uno debería aplicarse el principio marxista de no aceptar nunca ser miembro de un club donde admitan gente como él.  Nuestra falta de tradición en fabricar ideas provoca más simpatía e interés hacia movimientos de debate asambleario como el 15M, víctima de su propia espontaneidad.

La actual crisis económica e institucional ha precipitado debates públicos esenciales para nuestro futuro colectivo: forma de Estado, distribución territorial del poder, dimensión de la función pública, cauces de representación política y sindical, extensión y límites del estado del bienestar, función social de la educación, estructura del sistema tributario, mecanismos de previsión social, disponibilidad de la vida humana, marco jurídico de la familia, etc.

Nos está llegando el momento de decidir, quizá sin miedo esta vez a una quiebra traumática de la convivencia, pero sin ámbitos ni mecanismos de debate social.  Debates sociales adulterados darán lugar a que lo que salga de esta crisis sea tan frágil y artificial como lo que hoy criticamos. “Las ideas tienen consecuencias”.
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5 Respuestas

  • aldelgadog says:
    Sinceramente, no se han presentado argumentos racionales y plausibles sobre la tesis del post, y sí en cambio mucho estilo regeneracionista y medias verdades.
    Por ejemplo, el segundo párrafo es de un falsedad absoluta para cualquiera que no esté enclaustrado en delirios conspiranoicos a niveles psicóticos. Y el tercero adolece de lo mismo. ¿En qué mundo habita el autor?
    ¿Sesgos ideológicos? El que rezuma de la manera en que está escrito el post.
    ¿Marco institucional cerrado? Tópicos míticos.
    Yo le recomendaría al autor que si no le hacen caso que mejore sus argumentos y deje de quejarse e inventarse como excusa que en España no se debate.
  • Manu Oquendo says:
    Lo que el autor llama “debates adulterados” es la forma habitual de gestión cultural desde las estructuras de poder. De una u otra forma, con mayor o menor intensidad, la “adulteración” siempre existe desde el momento en que hay conductas e ideas que son preferibles a otras. .
    El poder, la capacidad coactiva de gestionar una sociedad, se ejerce en dosis variables de violencia y manipulación.
    Mann lo divide en cuatro modalidades: Militar, Político, Económico e Ideológico.
    Dado que el acceso al poder en occidente tiene lugar a través de Partidos Políticos y Procesos electorales, la opinión pública y su gestión son cruciales y por ello es especialmente importante el Poder Ideológico. El poder de las Ideas. Su gestión es difícil y no tiene lugar “accidentalmente” ni “de vez en cuando”
    El artículo tiene la virtud de darnos tiempo para recordar cosas sobre las que pasamos superficialmente, casi de modo instintivo, Pavloviano, pero que son importantes para que una sociedad pueda expresar una cierta autonomía cívica con respecto a las estructuras de poder.
    Estos días basta observar las tácticas con las cuales los mismos que han producido el desastre Educativo que Impera en España (en sus propios parámetros: El Peor Sistema Educativo del Mundo) se rebelan ante el tímido ministro Wert, para caer en la cuenta de la importancia que determinados partidos otorgan a procesos cruciales para la adquisición y gestión del poder político.
    Habrá tiempo de comentar pero me gustaría cerrar este apunte añadiendo dos o tres “cositas”.
    La gestión cultural incluye –en ciencias sociales– no sólo la difusión e imposición de lo Políticamente Correcto sino también…
    1. los procesos de I+D universitarios por el filtro político-presupuestario y de carrera.
    2. La gestión Proactiva del Olvido para facilitar la Imposición y difusión de Ideas, Sentimientos y Emociones..
    3. La inexistencia de valores, sociales o individuales, que excedan el ámbito de los intereses concretos del Poder.
    Contra esto sólo se puede trabajar desde la sociedad.
    Es decir, desarrollando y reforzando canales alternativos de creación y difusión de valores, ideas y opiniones.
    Hoy el Poder controla todos los Medios que en el siglo XIX y XX fueron naciendo y las Redes Sociales son otro instrumento para en un mundo en red seguir haciéndolo. Así que “Cuidadín”.
    Por último: Autores fundamentales que el sistema trata de olvidar. Desde la primera mitad del Siglo XX.
    Trotter, Le Bon y Bernays.
    Buenos días.
  • Teresa Cabarrush says:
    Magnífico su artículo Señor Vara, muy acertado en todo lo que expone. ¿ Adulteración? en todo, se tergiversa las palabras, las acciones, llega un momento en que las personas ven al cuadro de Velázquez como si fuera un Goya y viceversa, y se lo creen con una autenticidad grandiosa. Falta de debates en todos los sectores, desde la televisión, en la cultura, en la calle y en todo, cuando se anula el debate mal asunto para la madurez de un País.
    Ciudadanos inmaduros, sin y con estudios, así que Pueblo inmaduro, Democracia inmadura. En cuanto a los medios de información, deberían actuar bastante más objetivos, cuando se lee artículos del principio de siglo XIX, debo admitir la verdad, que envidia sana me produce, tiene mucho más mérito que la actual (al menos para mí)
    Y por favor, no presumamos de lo que no debemos, mejor ser normales, para mí la NORMALIDAD ES UN ALTO VALOR, ¡ madre mía a lo que hemos llegado
    En el siglo pasado había una grandiosa cultura y se cuidaba el buen gusto, ahora tenemos ignorancia y vulgaridad
    Dejo una entrevista al pintor Cristóbal Gabarrón, es interesante.
    Felicidades por su estimable artículo.
    Saludos.
  • Emilio says:
    No se puede seguir responsabilizando a la transición de todo. Cada año que pasa las condiciones en que se desenvuelve el debate social son peores, por eso a cada etapa su responsabilidad,ya que lo que nos sucede tiene más que ver con los últimos años que con los primeros de la transición. En relación a alguna cuestión de género que se cita en la entrada hay que decir que se trata de una legislación de la etapa Zapatero y, lo que pasa en los medios de comunicación, está influido poderosamente por esa legislación. Mientras no se pueda opinar libremente sobre todos los aspectos de la igualdad, la opinión pública seguirá secuestrada.
  • Fran Saurí says:
    Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid haré un poco de lobby gremial:
    “En Francia, el debate social se considera que forma parte del núcleo esencial de los valores republicanos. Uno de los ejercicios de la selectividad universitaria (el temido “bac”) ha venido consistiendo en proponer un tema de relevancia pública sobre el que el alumno debe redactar un planteamiento dialéctico: argumentos a favor, en contra y síntesis.”
    Aquí lo que más se le parece son las asignaturas obligatorias de filosofía en ESO y bachillerato (no digo que no sean mejorables). La nueva reforma educativa del señor Wert se lo carga. De tres asignaturas obligatorias en ESO y bachillerato pasamos a una asignatura obligatoria en bachillerato.
  • Luisa says:
    Todos sabemos que en los juzgados de violencia de género se perpetran a diario muchas injusticias, por una legislación hiperproteccionista que se vuelve en contra de las personas a quienes se quiere proteger, y unas penas absolutamente desmesuradas y exorbitantes.
    Es tragicómico leer noticias como la madre que da un cachete (bien merecido) a su hija preadolescente y ésta (en plan gallito) la denuncia por malos tratos, y a la madre le caen dos años de cárcel con privación de la patria potestad y no sé cuántas cosas más. Y encima la pobre mujer abre los telediarios.
    Y todo el mundo se pregunta: ¿Están los legisladores pallá? o ¿Están los jueces pallá? o ¿Estamos todos pallá?
    Pero claro, si alguien plantea esto a las claras, como le pasó al pobre diputado Cantó, se le echa el mundo encima: los colectivos feministas, el defensor del pueblo y sus pitufos autonómicos, etc.
    Se ha perdido el derecho a plantear mínimamente cualquier idea que no sea “políticamente correcta”. En cambio, vemos a unos niñatos que, después de haber matado a una muchacha (Marta del Castillo) se mofan y befan de los padres de la muerta, de la Justicia y de la Policía, dando diferentes versiones de dónde está el cadáver, haciendo buscar ahora aquí, ahora allá (y obligando al Estado a gastar millones de euros en una búsqueda a ciegas) y nadie se atreve a defender que, mientras no confiesen dónde está el cadáver, estos mequetrefes estén en una celda de aislamiento sin ningún derecho penitenciario.
    Hay mucho miedo a decir lo que se piensa porque somos reos de unos cuantos gritones que escandalizan mucho y tienen secuestrada a la sociedad.